jueves, 7 de julio de 2011

Los Salamandras

Nombre del Capítulo: Los Salamandras
Fundación: 1ª (Legión numero XVIII)
Mundo natal: Nocturne
Fortaleza-Monasterio: Prometeo [base lunar]
Semilla genética (predecesor): Ninguna
Descendentes conocidos: (Ninguno confirmado: fuentes apócrifas infieren que tanto los Gigantes de las Tormentas como los Dragones Negros proceden del linaje genético de los Salamandras, aunque no ha sido corroborado).

“En el yunque de la guerra los fuertes son templados y los débiles perecen, así las almas de los hombres son probadas como el metal en el fuego de la forja”. El Primarca Vulkan.

El Capítulo de los Salamandras es una Legión de la 1ª Fundación y son hijos del Primarca Vulkan, de modo que tienen una rica y honorable historia, y una intachable reputación de encontrarse entre los más resueltos defensores de la Humanidad. Nacidos del fuego y la oscuridad en el letal mundo volcánico de Nocturne, hay pocos guerreros más devotos que ellos, incluso entre los Adeptus Astartes, y su inteligencia y artesanía es sólo comparable con su habilidad con las armas. Nocturne en sí mismo es una visión del infierno, un desolado paisaje volcánico envuelto en nubes de ceniza y sacudido por constantes terremotos debido a su cercanía con la estéril luna de Prometeo. Es increíble imaginar que pueda haber vida humana en la superficie de Nocturne, pero así ha sido desde antes del Imperio, y en esta tierra yerma y desolada es donde cayó el Primarca Vulkan.

Con la llegada del Emperador a Nocturne, el Primarca se reunió con su Legión, la cual, si bien nunca fue tan numerosa como otras, se labró rápidamente una reputación por sus obstinadas tácticas, equipamiento superior y honor inmaculado durante la Gran Cruzada. Cuando el horror de la Herejía de Horus sacudió los cimientos del Imperio, los Salamandras permanecieron leales y pagaron el precio por su incorruptibilidad en la tragedia de Istvaan V.

Junto con las Legiones de los Manos de Hierro y la Guardia del Cuervo, sufrieron la traición de sus Legiones hermanas, y experimentaron unas bajas demoledoras. Los Salamandras sobrevivieron a las guerras de la Herejía y lentamente reconstruyeron su fuerza, aunque fueron tantas las bajas que no necesitaron subdividir su Legión en Capítulos sucesores. En su lugar, los Hermanos de Batalla supervivientes fueron reorganizados por Vulkan, fiel defensor de las reformas de Guilliman en las Legiones de Marines Espaciales, en un patrón que han mantenido hasta el día de hoy. Vulkan también creó el Culto Prometeano del Capítulo, que armoniza sus doctrinas con los más profundos secretos.

Las características físicas de los Marines Espaciales de los Salamandras son chocantes, y se deben a una combinación de su semilla genética, la gravedad errática de Nocturne y su elevada radioactividad, junto con la singular genética de sus habitantes, que ha evolucionado para sobrevivir. Los Hermanos de Batalla de los Salamandras son de constitución robusta, incluso para los Marines Espaciales, y tienen una piel de un color negro como la obsidiana y unos ojos rojos como brasas. Esta apariencia demoníaca, aunque completamente superficial, es empleada como cualquier otra arma en el arsenal del Capítulo, y ha sido usada para aterrorizar e intimidar más de una rebelión sin necesidad de destruirla.

En los milenios que han transcurrido desde los siniestros tiempos de la Herejía de Horus, los Salamandras han luchado en guerras incontables, y así se han labrado una reputación sin par por su sabiduría y tenacidad en la batalla. Es justo decir de los Salamandras que no se enfadan rápidamente ni siembran la destrucción sin sopesarlo bien previamente, pero una vez han tomado la determinación de desencadenar su ira, ésta es tan imparable y terrible como la furia volcánica de su mundo natal.

ORGANIZACIÓN

Aunque los Salamandras siguen el espíritu de los dictados del Codex Astartes, su estructura y operatividad difiere sensiblemente de la norma. Las razones para esta desviación atienden en parte a la singular y ancestral naturaleza de la historia del Capítulo, así como a la influencia del Culto Prometeano y a su situación en Nocturne.

El Capítulo de los Salamandras está compuesto por una fuerza total de siete Compañías de batalla, cada una con una fuerza operativa nominal de ciento veinte Hermanos de Batalla, y una Subcompañía de Exploradores que sirve mientras realiza su entrenamiento. Cada una de estas siete Compañías representa simbólicamente los principales asentamientos santuario, los cuales son los que sirven como foco de reclutamiento para el Capítulo y como gobierno del planeta, influyendo con sus particulares características en las tradiciones del Capítulo.

Los fuertes vínculos entre los Salamandras y las gentes de Nocturne sirven para crear lazos de lealtad entre las filas de cada Compañía y conecta el Capítulo con el ciclo de la historia de Nocturne. Por la naturaleza de estas relaciones, también se incentiva un inevitable grado de rivalidad entre las Compañías, lo cual sirve para empujar a los Hermanos de Batalla de los Salamandras a mayores cotas de logros y gloria. Sin embargo, las tradiciones del Capítulo relativas al reclutamiento desafortunadamente ralentizan el ingreso de nuevos iniciados, problema acentuado por el hecho de que la población de Nocturne es relativamente escasa, aunque su gente, todos ellos endurecidos supervivientes, son de constitución fuerte, tanto física como psicológicamente, haciendo de ellos excelentes sujetos para su iniciación en el Capítulo.

Otra característica notoria de los Salamandras es su capacidad de desplegar armas y equipamiento de una calidad casi sin rival entre los demás Capítulos de Marines Espaciales. Estimulado por las enseñanzas del Culto Prometeano, el Capítulo es capaz de mantener, y lo más importante, crear sistemas de armas de calidad superior, como armaduras artesanales y de exterminador, sistemas avanzados de transmisión de energía, cuerpos de Dreadnought y armería personal de una calidad extraordinaria. Esta superioridad armamentística, junto con su determinación y confianza recíproca en sus Hermanos de Batalla es lo que ha permitido al Capítulo de los Salamandras desempeñar un papel prominente en los anales del Imperio, a pesar de su histórica limitación numérica.

Las doctrinas tácticas del Capítulo se centran en la aplicación de potencia de fuego a corta distancia, con lanzallamas y armas de fusión como elementos estándar. Esto, junto con el uso generalizado de martillos de trueno por parte de los exterminadores de asalto, permite al Capítulo actuar con una eficacia mortal contra defensas fortificadas, blindajes enemigos y enemigos monstruosos. Los Salamandras mantienen también un envidiable dispositivo de Land Raiders, Predators y Dreadnoughts en su arsenal, permitiéndoles dominar el campo de batalla en la mayoría de enfrentamientos, mientras que el uso de motocicletas y Land Speeders, si bien no es desconocido en el Capítulo, no es especialmente favorecido por las tácticas del Capítulo.

La primera Compañía del Capítulo, poderosa y formidablemente equipada, es conocida como “los Dracos de Fuego”, quienes son elegidos de entre los mayores guerreros de los Salamandras, y reciben ese nombre por los más mortíferos de los reptiles depredadores de Nocturne. La belicosa reputación de los Dracos de Fuego es legendaria, incluso entre otros Capítulos de Marines Espaciales, y los relatos de su poder y valor son conservados en distintas fuentes, desde las sagas heroicas de los Lobos Espaciales hasta los textos laberínticos de las Crónicas de Contienda en Tecnolengua de los Garras Rojas. Además de proporcionar al Capítulo una fuerza veterana de guerreros de elite, los Dracos de Fuego también sirven como guarnición de la fortaleza monasterio de los Salamandras en la luna gigante de Nocturne, Prometeo.

Esta estación de batalla, cuyos cimientos se hunden en la superficie de la luna, además de servir como armería del Capítulo, Apotecarión y custodia de reliquias, se dice que aloja en sus bóvedas más profundas forjas ocultas y talleres cuya sofisticación (aunque no su tamaño) se dice que rivalizan con cualquier otro salvo con los de Marte, sede del Adeptus Mechanicus.

HONORES DE BATALLA MÁS NOTORIOS
Los Fuegos de Phaistos Osiris [533.M39]

De entre todas las guerras que les han reportado gloria a través de los milenios, son las actuaciones de los Salamandras defendiendo este mundo cardenalicio de una matanza orka las que han sido empleadas en más ocasiones como un brillante ejemplo del papel de los Adeptus Astartes defendiendo el Imperio. La historia de esta gran batalla desde entonces se ha convertido en un mito y ha sido glosada una y otra vez tan pronto en tratados tácticos como en sermones en los púlpitos.

El mundo de Phaistos Osiris venía siendo desde antiguo un inusual faro de civilización humana y poder en el norte del Segmentum Ultima, ubicado al noroeste galáctico del vórtice de Disformidad conocido como la Tormenta de la Ira del Emperador. Este importante mundo cardenalicio era y sigue siendo la capital del Sector Osirano, y en él se ubican tanto la Basílica de San Toth el Intercesor como la principal Schola Progenium del Sector.

Por eso no es de extrañar que fuera el eje del poder espiritual y temporal en esta por lo demás desolada región. En 533.M39, un enorme ¡Waaagh! Orko bajo el mando del Kaudillo del Clan Mordisco de Víbora Rukrippa entró en rumbo de colisión con Phaistos Osiris, amenazando con sumir el Sector Osirano entero en una salvaje oscuridad. Cuando el gigantesco trío de pecios de Rukrippa fijó su curso hacia el Sistema Osiris tras haber saqueado una serie de puestos y mundos coloniales, se encontraron con la totalidad de la fuerza del Capítulo de los Salamandras esperándoles, y no se encontraban solos.

Estando sobre aviso ante el avance de los Orkos, el Capítulo se encontraba a la cabeza de un ejército de tropas disciplinadas reclutadas de entre los estudiantes de las Scholae imperiales y cientos de miles de una milicia de voluntarios peregrinos llevados a la locura por las exhortaciones del clero de la Basilica. Todos se encontraban prestos para la defensa de un mundo demasiado importante como para permitir que cayera en manos del enemigo, mucho menos para permitir que se malograran las vidas de miles de millones durante generaciones. Aun así, los defensores de Osiris hicieron frente a una perspectiva terrible, pues los Orkos, que se contaban por millones y se encontraban respaldados por rebaños de garrapatos de guerra, descendieron en sus Kápzulaz de Dezembarko de los pecios en órbita sobre el suelo sagrado del planeta.

Dirigiendo la resistencia, el Capítulo de los Salamandras había preparado una sutil y compleja defensa en profundidad, pensada para negarle los recursos del planeta al enemigo. Emplearon una política de tierra quemada; retirándose de las zonas exteriores del planeta, las cuales habían sembrado de múltiples trampas, amplios campos minados y emboscadas planeadas para quebrar y erosionar la fuerza de invasión antes de que pudieran organizar un asalto.

A aquellos civiles que no podían combatir, los ancianos, enfermos y niños, se les proporcionó refugio en las numerosas bóvedas de la Basílica y en los lugares sagrados de las ciudades templo Osiranas y así, con sus familiares protegidos en la retaguardia, la voluntad de la milicia de peregrinos para defenderles creció en determinación.

Cuando la innumerable horda orka, enfurecida por haber sido privada de la batalla a campo abierto, rompió contra las murallas de las ciudades templo como una rugiente marea asesina, los Salamandras parecían estar en todas partes, golpeando al enemigo con fuego y furia, manteniendo la línea de defensa allí donde flaqueaba y soportando la brutalidad inhumana con fuerza implacable.

Los sabios y determinados Salamandras emplearon la rabia homicida y la falta de disciplina de los Orkos contra ellos, acosándoles y dirigiéndoles a trampas en zonas de muerte elegidas por los Salamandras, quienes identificaron y acabaron con sus líderes, acabando con masas enteras de enemigos en la confusión resultante.

Con el primer gran asalto rechazado, no había caído ni una sola ciudad templo, aunque el precio pagado en vidas de los defensores había sido espantosamente elevado. Entonces dio comienzo la segunda fase del plan de los Salamandras.

Desde su posición oculta por la fase de eclipse del sol Osirano, la flota del Capítulo de los Salamandras, apoyada por escuadrones de ataque de la Flota de Combate Ultima, se trabó con los pecios de Rukrippa en un asalto relámpago. Los gigantescos pecios, incapaces de maniobrar para poner sus armas en posición contra los atacantes, fueron rápidamente rodeados por la flota y bombardeados sin remordimiento por salvas de torpedos y fuego de cañonería. Incluso la furia de esas armas fue incapaz de hacer poco más que quemar la superficie de los Pecios, tal era su tamaño y densidad. Pero bajo la cobertura del bombardeo, escuadras de exterminadores Dracos de Fuego llevaron a cabo ataques teleportados, colocando cargas sísmicas a un kilómetro de profundidad en las entrañas de los pecios.

Destruidos desde el interior por las explosiones atómicas, los Pecios se quebraron lentamente y empezaron a desintegrarse, con miles de toneladas de roca y metal dispersándose en el vacío y explosiones secundarias brillando cual relámpagos entre los restos.

En la superficie de Phaistos Osiris los cielos se sacudieron con tormentas repentinas y sufrieron una lluvia de fuego y chatarra. Los Orkos, casi todos pertenecientes al supersticioso Clan Mordisco de Víbora, se dividieron en facciones acerca de lo que podía significar ese mal presagio de Gorko (o posiblemente Morko) por su enfado ante su fallo a la hora de tomar las ciudades templo, y pronto empezaron a luchar entre ellos.

Rukrippa se vio obligado a hacerse cargo del asunto, reunió todo su ejército y, como si fuera un puño cerrado, golpeó con él Sanctis, la más grande de las ciudades templo, jurando ante sus Nobles y su Chamán Eztrambótiko que la aplastaría o moriría en el intento. Ni siquiera los fanáticos defensores de la ciudad pudieron repeler la matanza cuando las líneas de Garrapatos Mamut destrozaron las puertas y pulverizaron las barricadas.

Una ola de Orkos salvajes se extendió como un río de sangre en la ciudad santa, barriéndolo todo a su paso. Hasta que la primera oleada de Ciberjabalíes alcanzó los primeros peldaños de la Gran Basílica, los Salamandras no activaron la última de sus trampas. Entonces la ciudad ardió.

Miles de litros de prometió manaron de todos los canalones y gárgolas de las iglesias, bombeados desde depósitos de reserva bajo la ciudad, y ardieron cuando los bloques habitacionales saltaron por los aires por bombas incendiarias preparadas al efecto y por las propias baterías de defensa de la Basílica. La ciudad ardió y los Orkos ardieron con ella. Sus garrapatos, enloquecidos por el mar de llamas, perdieron el control, aplastaron a cientos y acabaron con cualquier resto de orden que quedara en las líneas pielesverdes.

A medida que arreciaba la tormenta de fuego, los templos y avenidas se colapsaban y los cielos se llenaban de ceniza, los Salamandras lanzaron su contraataque definitivo, luchando ahora en un campo de batalla infernal que para el Capítulo no era ni más ni menos que su propio hogar. Los Salamandras surgieron de las catacumbas y santuarios, sumando sus lanzallamas y armas de fusión a la conflagración.

Con ellos llegaron escuadras suicidas de fanáticos Redencionistas, cuyas túnicas pronto prendieron en el agobiante ambiente, cantando himnos hasta la muerte, con espadas y flagelos en sus manos. La matanza final llegó cuando los Dracos de Fuego descendieron de la oscuridad de los cielos. Los pilotos de las Thunderhawks y arietes de asalto de los Salamandras, entrenados en los cielos volcánicos de Nocturne, esquivaron con facilidad los escombros ardientes para desplegar la Compañía de Veteranos y que presentaran batalla en el infierno que se extendía a sus pies.

Rukrippa murió en el presbiterio de la Basílica. Algunos informes hablan de un Bibliotecario de los Salamandras portando una espada de fuego, mientras que otros relatos sostienen que la bestia murió a manos de la propia encarnación de San Toth. Sea cual fuere la verdad, cuando él murió, el ¡Waaagh! Murió con él. En las semanas subsiguientes, los restos dispersos de Orkos supervivientes fueron purgados de la faz de la tierra y los restos de los Pecios se convirtieron en anillos de escombros en órbita sobre el planeta.

Las nuevas de esta gran victoria se extendieron inmediatamente, y muy pronto “los Fuegos de Phaistos Osiris” formó parte de las leyendas del Imperio. Aunque la ciudad templo de Sanctis fue sacrificada para destruir a los Orkos, su Basílica se mantuvo en pie, con sus antaño blancas agujas ahora del color de la medianoche. En solemne gratitud por su intervención, los agradecidos cardenales y comandantes de Pahistos Osiris entregaron a los Salamandras un estandarte de batalla donde se podía apreciar la negra silueta de la Basílica de San Toth coronada por las llamas, tejido con la tela del santo sudario del Santo. El estandarte se conserva como una venerada reliquia del Capítulo hasta la fecha.

La Purga de las Lunas de Ymgarl [754-756.M41]

Con el advenimiento de la amenaza tiránida a la existencia del Imperio, se descubrió con sorpresa que la insidiosa amenaza Genestealer, que venía siendo una espina clavada en el costado del Imperio, se encontraba conectada en cierta forma con este nuevo peligro. Por edicto de los Altos Señores de Terra, se intensificaron al máximo las acciones contra cualquier supuesta infestación de Genestealers.

Como parte de esta campaña xenocida, los Salamandras recibieron la dura tarea de purgar para siempre a los Genestealers de las lunas de Ymgarl. Se trataba de un lugar donde estas perversas criaturas habían encontrado un refugio, y de donde antes se pensaba que eran originarios. Con la ayuda de los Magos Biologis del Adeptus Mechanicus, los Salamandras elaboraron un detallado plan de ataque, primero sacando de sus madrigueras a su presa, empleando para ello armas químicas especialmente autorizadas que quemaran la mayor parte de la atmósfera de las lunas y destruyeran las abundantes junglas que las cubrían, quitándoles así a su insidioso enemigo su base y sustento antes de proceder a limpiar los antiguos túneles que surcaban las superficies de las lunas.

Los Salamandras se adentraron en la oscuridad a bordo de vehículos de excavación Termita del Adeptus Mechanicus, con servidores de múltiples patas en labores de exploración en ese mundo subterráneo sin luz, purgando metódicamente los túneles. La variante de Genestealer de Ymgarl es una bestia terrible capaz de adaptarse a sus enemigos y con una fuerza física capaz de superar incluso a un Marine Espacial con facilidad. A medida que las oleadas de criaturas inhumanamente rápidas se estrellaban contra los Salamandras siseando en la oscuridad, la lucha se convirtió en una batalla contra un enemigo al que nadie salvo los Adeptus Astartes podían esperar enfrentarse y sobrevivir.

Los Salamandras lucharon cada vez a mayor profundidad, encontrando grandes y extrañas mutaciones ciegas con forma de gusano que brotaban de los túneles y enormemente poderosos líderes de progenie cuyas garras podían hacer trizas a un exterminador. Las bajas de los Marines Espaciales pronto empezaron a ser numerosas, pero los asaltos de esos seres de pesadilla fueron rechazados con tormentas de fuego o aplastados bajo los golpes de los martillos de trueno, y los Salamandras no desfallecieron a pesar de las desesperadas horas y terribles reveses. La campaña duró cerca de dos años de sangrientas peleas y muerte en la oscuridad, hasta que finalmente los Magos Biologis proclamaron el fin de la amenaza, aunque su oscuro legado viviría en las sombras de incontables bodegas de naves, oscuros pecios y mundos condenados.


DISPOSICIÓN EN LA GUERRA DE BADAB

La primera acción directa de los Salamandras en la Guerra de Badab tuvo lugar en 906.M41, aunque venían observando el desarrollo de los hechos del Cisma de Badab desde hacía años con creciente preocupación. Aunque Nocturne se encuentra a una distancia considerable de la Zona del Torbellino, no eran ajenos a sus conflictos, toda vez que se conocía desde antiguo el acceso al área a través de un portal de Disformidad estable en la región de las Estrellas Pálidas.

La reticencia del Capítulo a intervenir venía reforzada por el hecho de que Hermanos de Batalla de los Salamandras habían luchado junto con Garras Astrales y Halcones de Fuego en fechas recientes, en la Campaña de la Brecha Lycanthos, en la década de 810.M41, y al Capítulo le preocupaba el conflicto interno, rehusando intervenir en ningún bando a pesar de las peticiones abiertas tanto de los Garras Astrales como de los Halcones de Fuego en los primeros años del conflicto.

La situación permaneció así hasta que el Inquisidor Frain reunió pruebas suficientes de que el Capítulo de Huron había quebrado sus juramentos de fe, y los Salamandras se vieron obligados por su deber a intervenir. Desafortunadamente, en esas fechas gran parte del Capítulo se encontraba disperso en otros frentes, de modo que se constituyó una fuerza a toda prisa bajo el mando del Capitán de la mermada Segunda Compañía, Pellas Mir’san, quien debería desempeñar un papel vital en la guerra y su desenlace.

El núcleo de la fuerza estaba constituido por la Segunda Compañía de los Salamandras, que se había estado recuperando y rearmando en Nocturne tras una ardua campaña combatiendo a los Guerreros de Hierro en la Nebulosa de la Cabeza de la Muerte. Esta fuerza se vio reforzada posteriormente con elementos de reserva de la guarnición de Nocturne, así como con varios instructores veteranos y un grupo de treinta Dracos de Fuego que sirvieran como guardaespaldas de Mir’san. Se encontraban bien provistos en términos de naves, vehículos y armas de las bóvedas de Prometeo.

La unidad fe reforzada con una Hexíada de Ancianos: seis Dreadnoughts Venerables del Capítulo, algunos de los cuales no habían sido despertados para la batalla en más de cuatro siglos, y que ahora deberían servir con ira implacable y amplia sabiduría a la causa de Mir’san, pues tal era la importancia que el Capítulo quería dar a los pecados del Tirano. La fuerza de los Salamandras, aunque relativamente pequeña en número comparada con otros contingentes leales, se involucró plenamente a lo largo del conflicto hasta su finalización, tanto en batallas en el espacio como en la guerra en superficie, desempeñando papeles vitales en los acontecimientos más importantes de la Guerra de Badab, como el Incidente Angstrom, la invasión de Shaprias o la separación del Capítulo de los Ejecutores de la causa secesionista, tras los hechos de la “Hora Roja” y el asedio final sobre el propio Badab.

ANEXO: El Culto Prometeano.

Considerado en primer lugar como el conjunto de enseñanzas del poderoso y sabio Primarca Vulkan, el Culto Prometeano es un cuerpo doctrinal que informa y codifica el espíritu y cultura del Capítulo de los Salamandras, con la mayor parte de sus misterios preservados únicamente para conocimiento de la elite de los Dracos de Fuego. Compuesto por numerosas historias alegóricas y antiguos relatos de la venida del Emperador a Nocturne y la sabiduría de las luminarias del Capítulo recopiladas a lo largo de milenios, las enseñanzas del culto enfatizan la autoconfianza, la lealtad, el deber, la paciencia, el autosacrificio y, sobre todo, la disciplina y la perseverancia.

Desde una edad muy temprana estos valores son inculcados en los potenciales reclutas del Capítulo mediante un aprendizaje en una de las muchas forjas de Nocturne, y tanto el martillo como el fuego en cuanto destructor y creador son símbolos importantes con un profundo significado espiritual para ellos. Las destrezas desarrolladas en la forja y la tradición de la artesanía dentro del Capítulo son de una extraordinaria relevancia, y se espera de cada Marine Espacial de los Salamandras que sepa refinar y mantener su equipo con unos estándares que se considerarían sólo propios de los Tecnomarines en cualquier otro lugar, mientras que sus Señores de la Forja son capaces de logros artesanales tan sólo soñados salvo en eras pasadas.

La determinación implacable y la habilidad de perseverar en cualquier labor tienen la misma importancia en las enseñanzas del Culto Prometeano, y las pruebas de fuerza y resistencia, a menudo acompañadas de escarificaciones rituales, son comunes en su entrenamiento y en la marcha de su disciplina espiritual. Estas marcas y cicatrices también sirven como un registro sobre su piel de los logros y honores de batalla individuales de cada Hermano de Batalla de los Salamandras, teniendo un significado ritual dentro del culto la naturaleza y posición de estas heridas sagradas.

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